jueves, 22 de marzo de 2007

Las rabietas de los alcaldes del sur

El alcalde de Parla, Tomás Gómez, está enrabietado, al igual que buena parte de sus homónimos socialistas de la zona Sur. El motivo hay que buscarlo, una vez más, en la tensión que se respira entre el primer edil y los representantes de la Comunidad de Madrid. La última rabieta vino a raíz de la visita que realizó ayer, 21 de marzo, el consejero de Salud y Consumo de la Comunidad de Madrid, Manuel Lamela, a su municipio para comprobar el estado de las obras del hospital parleño.

(Este centro es uno de los ocho que ha prometido la presidenta regional, Esperanza Aguirre, antes de las elecciones de mayo, y, por tanto, su apertura es de vital importancia en el marco de la credibilidad política del PP regional).

Lamela se paseó con un séquito de 20 personas por el edificio, y visitó sus instalaciones mientras atendía a numerosas explicaciones técnicas. Tras ello, posó para los periodistas y dejó escapar alguna que otra declaración siempre en positivo (y ahora que se acercan los comicios, más aún).

A Tomás Gómez no sólo le molestó el hecho de que el consejero no avisase, sino que se le ninguneé, más todavía cuando "juega en casa". Es algo habitual, porque el hospital de Parla será, curiosamente, un tanto que se intentarán apuntar tanto el Gobierno local (del PSOE) como el regional (del PP) de cara a las elecciones municipales y autonómicas.

La estrecha relación que existe entre ambas entidades en otros proyectos en la ciudad, como el desarrollo del barrio de Parla-Este (donde participan de forma consorciada) se quiebra cuando se trata de hacerse la foto. Y es que, al margen del malestar de Gómez, el regidor parleño es un político sumamente agresivo en sus reivindicaciones a la Comunidad de Madrid.

De hecho, algún que otro consejero regional ha comentado en determinados círculos la corta manga del regidor cuando de pedir para su localidad se trata. Para muestra un botón: durante las últimas visitas de Esperanza Aguirre a la localidad, Tomás Gómez no ha dudado en plantarle en la cara durante las intervenciones públicas las necesidades de tres nuevos centros de salud y de un campus universitario de titularidad pública.

Gómez está enojado, pero no más que otros alcaldes de la zona Sur a quienes el Gobierno regional y sus consejeros "desprecian" -según aquellos- con las visitas de partido que realizan a las sedes populares dentro del programa "Consejeros a la calle".

AMPOLLAS

Las visitas han levantado ampollas y han pasado facturas en Pinto, Leganés, Fuenlabrada o Humanes. (Precisamente, en este último municipio la consejera de Familia y Asuntos Sociales, Beatriz Elorriaga, aprovechó un encuentro de partido para anunciar que la Comunidad iba a iniciar las obras de construcción de una residencia para la tercera edad). Algo similar ocurrió en Pinto, cuando un miembro del Ejecutivo regional anunció en una convocatoria de similares características la puesta en marcha de una oficina de empleo.

Más allá de esto, durante la legislatura han sido antológicas las beligerancias entre el alcalde de Leganés, José Luis Pérez Ráez (del PSOE) y el portavoz del PP en la Asamblea de Madrid, Antonio Beteta, o el consejero de Economía, Merry del Val.

El primero se le atragantó al regidor leganense (que abandona el sillón en junio para desembarcar en la Asamblea de Madrid) por la investigación que pidió el PP a la Fiscalía para indagar en la recalificación de un desarrollo urbanístico. Como réplica, Pérez Ráez le acusó de ser -probablemente en una desmedida acusación- el "comprador" de los dos diputados del PSOE Tamayo y Sáez que, en 2003, forzaron la repetición de las elecciones regionales y provocaron que Rafael Simancas perdiese la presidencia de la Comunidad de Madrid.

En cuanto a Merry del Val, al alcalde le molestó enormemente que el consejero firmase un convenio con empresarios del polígono Ciudad del Automóvil sin ser invitado. Por su boca salieron toda clase de recriminaciones.

El problema que subyace en todas estas disputas políticas es que los gestores se desgastan en rencillas intrascendentes que, al final, salpican a la gestión administrativa y afectan, por tanto, al ciudadano.

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